A lo largo de este año que acaba entre otros muchos conceptos nos hemos ido familiarizando con el término Web 3.0. Un concepto que no es nuevo, pero que parece haber resurgido en los últimos tiempos. Algunos considerarán con acierto que se trata de una nueva versión de la Web 2.0, lo que actualmente conocemos con la Web y que a veces también se confunde con internet; pero otros muchos desconocerán por completo este concepto.
Simplificando, podríamos decir que la Web 3.0 es internet, pero descentralizado. Más concretamente, la Web 3.0 está llamada a ser quien acabe con las grandes empresas que ostentan gran parte del “poder” en cuanto a información y contenidos, como Google, Facebook o Amazon. Como es de esperar, para llegar a esa situación tendrá que pasar un tiempo, pero las bases parece que empiezan a asentarse.
En ese proceso de transición se han creado las llamadas dapps (aplicaciones descentralizadas). Este tipo de apps o plataformas se caracterizan por utilizar tecnología blockchain para permitir la interacción entre los usuarios, garantizando la seguridad y sin necesidad de que otro agente tenga que gestionar el proceso. Este tipo de aplicaciones nos permitirían prescindir de las tradicionales (WhatsApp, Telegram…) y poder comunicarnos de la misma forma, salvo porque la comunicación sería directa entre emisor y receptor; en lugar del actual emisor-compañía-receptor.
En las aplicaciones descentralizadas cada uno de los usuarios constituye un nodo que forma parte de la red; algo así como parte del propio sistema y en el que cada uno de los usuarios valida de alguna forma los movimientos que realizan los demás. Esto es básico para que el sistema pueda funcionar, ya que es necesario que el propio sistema a través de los usuarios corrobore cada una de las operaciones que se realizan.
Una vez finalizada la operación, se almacena una copia del histórico de la aplicación en cada uno de los nodos (usuarios) para que la dapp pueda funcionar gracias a los recursos de los dispositivos de cada usuario. Es decir, la información en lugar de almacenarse en un único lugar como ocurre con las aplicaciones tradicionales, queda repartida entre los dispositivos de los usuarios que permiten su funcionamiento.
Gracias a la descentralización de la información, en caso de que ocurriera algún problema o desapareciera algún nodo, los datos seguirían estando a salvo; ya que existirían múltiples backups en los dispositivos de cada uno de los demás usuarios. El mayor inconveniente de estos sistemas es que son demasiado costosos, su escalabilidad es muy difícil por el tamaño de los archivos. También queda mucho por mejorar en cuanto a experiencia de usuario. A pesar de ello, se espera que el uso de las dapps siga aumentando en los próximos años.
Principalmente, se basa en la seguridad y la privacidad, algo que muchas veces se pone en entredicho en el caso de los “gigantes” tecnológicos. Al no tener que depender de servidores centralizados, la privacidad es mayor, ya que ni siquiera es necesario ofrecer datos personales o que la información que se comparte pueda ser censurada. Además, la tecnología blockchain permite utilizar pequeños fragmentos de la información, llamados tokens, e intercambiarlos con otros usuarios. Con estos tokens podría, por ejemplo, valorarse cambios o mejoras en el sistema.
Para ello se vale, principalmente, a la red de Ethereum; de las pocas que permite programar todo tipo de proyectos de forma descentralizada y que se validen de la misma manera. Aunque existen otras redes que pueden ofrecer buenos resultados, lo cierto es que no todas permiten la programación tal y como está pensada en la Web 3.0.
Antes de que llegue el momento en el que la Web 3.0 consiga desterrar a la actual 2.0 tendrán que mejorarse sus puntos más débiles. A medida que se solucionen los problemas de escalabilidad, de velocidad de la información y, sobre todo, la experiencia de usuario, es posible que el blockchain empiece a formar parte activa de nuestro día a día.
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