Resulta evidente que cada vez somos más internet-dependientes. Nuestro comportamiento y nuestras formas de búsqueda de información han ido cambiando drásticamente los últimos años. Por ejemplo, ¿quién no ha escuchado la respuesta «¡busca en Internet!», ante cualquiera de estas preguntas? O, ¿cómo se escribe esta palabra con b o con v?, ¿lo podré encontrar más barato?, ¿quién citó esta frase?, ¿cómo puedo localizar la calle de este comercio?, ¿lloverá mañana?, ¿has visto la noticia?, ¿sabes algo de María?. Y siempre es internet el lugar al que acudimos para dar respuesta a nuestras dudas.
Internet cada vez está más presente en nuestros negocios y en nuestras vidas. Cada día está más integrado en los procesos que realizamos de manera cotidiana. Eso es lo que genera cambios estructurales o cambios de base que demuestran que no es una moda pasajera, sino un medio imprescindible en la evolución de nuestra cultura y que internet llegó a nuestras vidas para quedarse.
Al igual que mi abuela no concibe volver a lavar a mano sobre una tabla en la orilla del río, las empresas no conciben volver a operar como lo hacían hace 10 ó 15 años. O al menos no lo hacen aquellas que ya han descubierto los grandes beneficios que les reporta estar en internet.
Internet, como un elemento social más, cambia y evoluciona con el devenir de los tiempos. Asimismo, se contagia y retroalimenta del pulso de la sociedad, por lo que ambos elementos van de la mano en cuanto a evolución. Actualmente, asistimos a un proceso de democratización que está permitiendo el paso de la web 1.0 a la web 2.0 e incluso a la 3.0. Aunque, particularmente, no apostemos por los asistentes virtuales como respuesta global ante cualquier circunstancia, lo cierto es que es la realidad. Si la web 2.0 exige la interacción con el usuario, la web 3.0 no discrimina entre unos y otros.
Como clientes, ciudadanos y usuarios, pedimos que se nos escuche desde el otro lado, que nuestras consultas sean valoradas y respondidas. Algo que ha influido en gran medida en el triunfo de las redes sociales, ¿o son las redes sociales las que han permitido la victoria de ese comportamiento?.
Internet, entre otras cosas, ha creado nuevas maneras de comunicación, y en eso radica precisamente gran parte de su atractivo. Además, en internet nunca hay vacaciones, siempre permanece abierto 24 horas. Incluso yo mismo me sorprendí el día en el que mi abuela me pidió que preguntara en Internet el precio de venta de las patatas. En aquel momento entendí que había un internet-dependiente más, aunque aún no se haya dado cuenta.
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