Tanto si estás familiarizado con la informática como si no, es muy probable que en algún momento hayas oído hablar de servidor proxy. Un servicio que proporciona privacidad en internet y que es habitual confundir con una VPN. A pesar de que ambas formas de conexión nada tienen que ver.
Un proxy es un sistema que actúa de intermediario entre dos dispositivos informáticos. Generalmente, este tipo de conexiones suelen ser entre un ordenador o un Smartphone e internet. Un servidor proxy suele utilizarse para navegar de forma privada, ya que el proxy evita que se establezca una conexión directa entre el dispositivo que solicita la información y el que la contiene.
En líneas generales, un servidor proxy no es más que un equipo informático independiente que intercepta las conexiones entre un cliente y el servidor de destino. Así, esta intermediación evita que al solicitarse los datos se recoja información del equipo desde el que se lanza la petición. De forma que, siempre que un dispositivo (A) solicita información a otro (C), existirá alguien en el medio de la transmisión (B) que se encarga de solicitar y devolver los datos que se han pedido. De esta forma, la información se envía, a través del proxy, a un usuario anónimo.
Más allá de la privacidad que proporciona al enmascarar la IP del equipo que solicita unos determinados recursos, un servidor proxy tiene otras utilidades que permiten mejorar la navegación. Por ejemplo, al funcionar como caché no es necesario volver a pedir al servidor de destino un determinado contenido, puesto que estará almacenado en la memoria de la aplicación. De esta forma el contenido se sirve de forma instantánea, haciendo que la navegación web sea más fluida. Además, el servidor proxy permite controlar el acceso de usuarios y otorgar permisos, ahorrar recursos o establecer conexiones más seguras.
Pese a sus ventajas, los servidores proxy también tienen aspectos negativos. El control de accesos no es perfecto, ya que un mismo servidor proxy puede recibir un gran número de peticiones de diferentes usuarios y es posible que se acabe otorgando permisos a un usuario que no tiene acceso. Además, a pesar de que el cacheo permita mejorar el rendimiento, es posible que la información almacenada en caché esté desactualizada, haciendo que el servidor proxy devuelva respuestas antiguas.
Por su capacidad para conectarse a equipos remotos y actuar como intermediario entre dos dispositivos, es muy común confundir un servidor proxy con una conexión a través de VPN. Aunque es cierto que los dos servicios tienen algún punto en común, como el anonimato que ofrece al ocultar la dirección IP del equipo que solicita la información, en cuanto a seguridad no tienen nada que ver.
Mientras que el servidor proxy es una máscara que cubre a un equipo para navegar por internet, la VPN además de proporcionar mayor privacidad, encripta la conexión. Un servidor proxy solo oculta la dirección IP original del equipo que solicita la información, pero no añade mayor seguridad, además de actuar únicamente sobre una aplicación determinada, como un navegador, no a nivel de red. Para privatizar y asegurar todas las conexiones que salgan de un equipo es necesaria una VPN, un servicio básico si, por ejemplo, vamos a acceder a herramientas corporativas desde una red pública.
Por hacerlo más simple, es como si un servidor proxy fuera una careta de superhéroe, mientras que una VPN es un acceso a un club de superhéroe. Con el primero podrás disfrazarte de Batman y hacerte pasar por él, pero no podrás formar parte de sus amigos. Ahora la decisión de qué quieres ser, o qué te conviene más utilizar si una VPN o un servidor proxy, es tuya. Tu privacidad y seguridad en internet son lo que tú necesitas que sean.
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