Las redes sociales, los medios de comunicación, internet o el cine son un elemento clave en la viralización de contenidos y también de nuevos términos. El problema llega cuando desde cualquiera de esas plataformas se envía un mensaje erróneo; un cambio que llegará a miles, si no millones, de personas y que dificultará la rectificación. Y esto es lo que ha ocurrido con el término hacker.
Aunque tradicionalmente la palabra se ha asociado con los piratas informáticos o la criminalidad en internet, lo cierto es que significa todo lo contrario. Si bien esa confusión comenzó en el mismo lugar en el que se utilizó por primera vez; para cuando llegó al español ya estaba totalmente desvirtuada.
Los primeros usos del término se encuentran en las Islas Británicas en el siglo XIII donde parece que la palabra surgió como derivado del verbo inglés ‘to hack’. Cinco siglos después comenzaría a utilizarse para referirse a los conductores de vehículos tirados por caballos de la raza hackney; hasta que se popularizó el vocablo francés ‘taxi’. Más o menos en la misma época el término hacker empezó a usarse para referirse a aquellos trabajos que resultaban pesados y rutinarios; especialmente entre los escritores (hack-writer) que escribían por encargo y sin motivación alguna en publicaciones de escasa calidad.
En un diccionario de 1959 encontramos la primera referencia de hack como sinónimo de proyecto sin ningún fin práctico e iniciado por desconocimiento o como una broma producto de la creatividad. Este diccionario terminaría siendo años después la base de Jargon File, un glosario que recoge los principales términos de la jerga informática y al que contribuyeron grandes figuras del open source como Stallman o Raymond. Para el primer uso de hacker en el ámbito tecnológico habría que esperar hasta 1975 cuando el MIT (Massachusetts Institute of Technology) lo utilizó para referirse a una persona que programa por placer.
Con el tiempo la palabra hacker terminó por adoptar dos significados. Teniendo en cuenta que los primeros ordenadores estaban pensados para llevar a cabo cálculos matemáticos, podría considerarse como una labor pesada y rutinaria; además, había quienes trataban de encontrar el lado creativo de su trabajo programando para buscar mejoras en los sistemas.
Ingenieros informáticos como Feynman, participante en el Proyecto Manhattan, desconectaban de su trabajo diario poniendo a prueba la seguridad de aquellos primitivos sistemas. Un hobby que se recoge en ‘¿Cómo ser un hacker?’, un artículo de Raymond donde la afición a los conocimientos técnicos en se junta con la capacidad de superación y de poner a prueba la seguridad de los sistemas informáticos. De esta forma es posible plantear soluciones a problemas que ni siquiera se conocían y que, quizá, no hubiesen sido descubiertos de otra forma.
El lenguaje y la tecnología no avanzan al mismo ritmo. Así, mientras que diariamente se utilizan nuevos términos para designar nuevas actividades, productos o cualquier tipo de nuevo elemento tardan meses, e incluso años, en recogerse en los diccionarios. Un proceso que es especialmente lento en el caso de la tecnología, donde todo evoluciona a un ritmo vertiginoso que no se corresponde con la frecuencia con que se incluyen nuevos términos en el diccionario.
Las palabras que se recogen en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) dependen del uso que se hace del lenguaje. De ahí que la palabra hacker no fuese incluida en el diccionario hasta 2014, cuando el término ya se había popularizado con un significado erróneo en la sociedad. Habrían de pasar tres años más hasta que la RAE rectificara y añadiera una segunda acepción que hiciera referencia a los hackers buenos, el verdadero significado del término, y no sin crear polémica en la comunidad especializada en seguridad informática.
En la gran mayoría de los casos en los que se recurre a la palabra hacker, lo adecuado sería utilizar el término cracker; puesto que generalmente se utiliza el término con connotaciones negativas, en lugar de su verdadero significado. Esta confusión demasiado habitual y generalizada para referirse a los crackers como hackers indigna a los verdaderos ‘piratas buenos’. Mientras que unos destruyen cosas, los otros trabajan a diario para crear nuevas funcionalidades y mejorar la seguridad a partir de los sistemas disponibles en ese momento.
Este cambio en el significado de la palabra es, en gran parte, producto de la desinformación de los medios y la industria cinematográfica. Así, además de algunas noticias, películas como ‘Hackers’ no han hecho sino contribuir a la desvirtuación de la palabra y aumentar la percepción negativa en el imaginario colectivo.
No es necesario dedicarse a la informática para ser hacker, es posible hacerlo en otros ámbitos como la música o la electrónica, ni siquiera es imprescindible tener a mano la más alta tecnología. Está más relacionado con dar importancia a lo que se hace para explorar nuevos caminos y, sobre todo, mejorar los sistemas.
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