En ocasiones los conceptos tecnológicos son tan similares que es muy común confundirlos. Esto es lo que ocurre con las VPNs, las GPNs y los proxies web. Las VPNs se han hecho más conocidas en los últimos años, ya sea para mejorar la seguridad en el teletrabajo o para evitar algunas restricciones geográficas a la hora de navegar por internet; ya que permiten cifrar el tráfico y tunelizarlo para que nadie pueda interceptarlo. El principal problema de las VPNs es su latencia, pero para solucionarlo existe otro servicio: las conexiones GPN.
También llamadas Gamers Private Network, el propósito de una GPN es todo lo contrario al de la conexión VPN. Así, las GPN buscan mejorar la velocidad de conexión y reducir al máximo la latencia al jugar online. Puesto que su cometido es otro, las GPN no cifran ni anonimizan la conexión. Es más, muchas de ellas detectan de forma automática el videojuego y lo enrutan instantáneamente, priorizando su conexión por encima de la de otras aplicaciones que puedan estarse ejecutando en ese momento. De esta forma se mejora la experiencia de juego, ya que no se pierden paquetes, lo comúnmente denominado lag y, por tanto, todo se agiliza.
Aunque muchos de los problemas relacionados con la velocidad de conexión pueden reducirse con una configuración adecuada, algunos no dependen directamente del usuario. En el caso de los videojuegos online, un elevado tiempo de respuesta puede suponer la superioridad de unos jugadores frente a otros.
Los datos viajan por internet desde un equipo o servidor de origen a un servidor de destino. Este viaje, al igual que ocurre con las formas de viaje tradicional, puede darse de dos formas: de manera directa, sin ningún tipo de inconveniente, o alargándose más de lo planeado al darse ciertos contratiempos durante el itinerario. En el caso de las conexiones en internet puede ser que en el camino se crucen routers que no reenvíen el tráfico correctamente o que pierdan paquetes de datos, algo bastante común en el caso de los videojuegos como consecuencia del protocolo UDP.
Al hacer uso de una conexión GPN los datos se envían de manera directa de un punto a otro. De esta forma se eliminan todos los obstáculos a los que habitualmente se enfrenta el jugador de un juego online, como cuellos de botella o latencias. Basta con escoger el videojuego para que la propia GPN se encargue de aplicar la configuración más adecuada para facilitar la transmisión de datos. También puede escogerse una configuración automática para que al detectar el juego se realice la configuración.
Este problema no suele darse al navegar por internet, ya que se utilizan protocolos diferentes, como TCP. Al estar orientado a la conexión, el protocolo TCP tiene unas características muy concretas, entre las que se encuentra la retransmisión de los paquetes perdidos. Es decir, los datos siempre llegan, aunque pueda haber un pequeño retraso; puesto que, en caso de toparse con algún obstáculo en su camino, se volverá a intentar enviar.
La única similitud técnica entre una VPN y GPN es que permiten saltar las restricciones geográficas. En el caso de las GPNs otorgan acceso a juegos o DLCs que sólo están disponibles en unos cuantos países, o que simplemente no está previsto que se lancen en otros. Por ello, es habitual que algunos proveedores de VPN incluyan el servicio GPN junto a la conexión VPN.
En cualquier caso, a la hora de escoger una u otra forma de conexión hay que tener en cuenta las necesidades. Así, podremos decantarnos por la opción que más nos interesa, ya que las prioridades son totalmente diferentes y quizá sea preferible sacrificar la velocidad para garantizar la seguridad de los datos que se envían.
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