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Internet, una red de cables submarinos que rodea el planeta

Aunque parece que vuelan, tus emails no se envían por paloma mensajera; tampoco los angelitos velan por la seguridad de tus backups. En un mundo de conexiones inalámbricas, las verdaderas conexiones se realizan a través de cables. Autopistas de cables submarinos de fibra óptica que, con sus pulsos de luz, hacen que cualquiera de nuestras peticiones llegue a misma velocidad. En apenas unas milésimas de segundo los datos son capaces de recorrer miles de kilómetros; desde nuestro dispositivo hasta el servidor en el que se encuentra la información y vuelta.

Millones de kilómetros de cables submarinos

Las verdaderas conexiones no tienen lugar en el aire, tampoco se encuentra flotando la banda ancha que contratamos a nuestro operador de telefonía. El 99% de las comunicaciones a través de dispositivos se realiza en el fondo del mar; así, cuando decimos que los datos ‘viajan’ igual deberíamos decir que ‘nadan’.

Internet no es un ente que nos permite solucionar nuestras dudas en segundos o comunicarnos a tiempo real con nuestros amigos. Internet es un conjunto de máquinas conectadas a través de cables submarinos que nos permite realizar casi cualquier cosa desde nuestros dispositivos. Pero todo esto no sucede de forma mágica, internet además de ser algo físico, también hace ruido. Al igual que podemos ver la red de metro de una ciudad, incluso podemos escuchar cuando los vagones están en circulación, con internet sucede algo parecido. La parte física la componen un montón de equipos y los miles de kilómetros de cables submarinos encargados de unir todas esas máquinas; la sonora, las máquinas a pleno rendimiento en lugares especialmente acondicionados para su funcionamiento. Por lo que internet no solo es visible y hace ruido, internet también es frío.

Rutas de buques de carga

La historia de los cables submarinos se remonta a 1850 cuando Francia e Inglaterra plantearon el primer sistema de telégrafo, una infraestructura que atravesaría el Canal de la Mancha pero que sufrió su primera avería solo unas horas después de ponerse en marcha. Aunque a nivel técnico la infraestructura actual poco tiene que ver con la creada durante el siglo XIX, el aspecto del trazado es prácticamente el mismo a excepción de la inexistencia de conexiones con Asia.

En 2018 se estima que había más de 448 cables submarinos conectando diferentes puntos de la tierra. Una cifra que a buen seguro habrá aumentado porque cada año entran en funcionamiento nuevos cables. Como por ejemplo Equiano, que estará listo a finales de 2020, o Marea, el último cable que conecta España. Además de las nuevas oportunidades comerciales que está propiciando el deshielo provocado por el cambio climático; como lo ocurrido en el Ártico.

Sin ninguna duda esta infraestructura ha sido clave para el avance de la sociedad. La necesidad de más conexiones y de mejor calidad ha provocado que la longitud de estas autopistas de cables en línea recta sea, aproximadamente, la misma que separa la Luna de la Tierra: más de un millón de kilómetros.

Fragilidad submarina

Aunque los cables submarinos descansan en el fondo del mar y están protegidos, en ocasiones esa distancia no es suficiente para asegurar que los cables no sufren daños. Esto no es más que la evidencia de que internet no es una red indestructible, sino todo lo contrario: es bastante vulnerable. Tanto en el mar, como en su salida a tierra o en las tareas de manejo los cables submarinos son extremadamente sensibles. Un corte en uno de los cables submarinos puede dejar sin servicio a un país entero y, en este sentido, se estima que anualmente unos 150 cables sufren algún tipo de daño.

La gran mayor parte de los problemas tienen que ver con la actividad humana. Las redes de barcos o las anclas de algunos buques suelen ser culpables habituales de la rotura de los cables submarinos ubicados a más de 100 metros de profundidad. Asimismo, la ubicación de los cables submarinos es pública lo que en casos puntuales provoca que se dañen intencionadamente al no ser necesarios grandes recursos ni habilidades para estropearlos. Pero no solo los grandes barcos ni el hombre tienen la culpa, algunos animales marinos pueden dañarlos al confundirlo con presas o al utilizarlos para esconderse de los depredadores. Además, algunos desastres naturales como terremotos o maremotos pueden estropear los cables submarinos.

Más allá de las molestias causadas por el corte, los daños en los cables submarinos pueden ocasionar pérdidas millonarias. En la actualidad la gran mayoría de los servicios dependen en mayor o menor medida de internet, por lo que un corte en el servicio puede ser fatal. Los expertos recomiendan ocultar los lugares en que se ubican los cables, reforzar los puntos de entrada y salida a tierra y mejorar los sistemas de monitorización. Una serie de inversiones que permitirían hacer mucho más fuerte la red de cables submarinos que nos permiten conectarnos a cualquier parte del mundo.

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